miércoles, 10 de octubre de 2012

Número 14: Ícaro Incombustible. El Erotismo. Observatorio de Estética

Ensayo sobre el libro "La forma de lo bello", capítulo "la sombra de lo bello" de BODEI, Remo.

Permanentemente la carne respira sacrificio. Supura delitos para elevarse como bella, esconde la sangre que derrama en un charco putrefacto, maloliente. No es eterna la gracia, la belleza es siempre sagrada y distante. El contenedor lleno de pulpa fresca se aplasta contra la superficie y se derrama por las esquinas. Cada violento embiste vacía un poco más la copa. Hasta que la superficie comienza a hundirse, volviéndose quebradiza y húmeda. 

La oleosa materia, esparcida grácilmente, se escurre agarrándose a los surcos de la tensa tela del lienzo. La pulida pero porosa piedra, vacila durante siglos y por fin se desprende llena de musgo e insectos. Cae al lago verdoso la esbelta y corrupta mejilla de la escultura.

El Arte sólo es un instante más largo.

Los materiales nobles permiten que la película de la belleza permanezca más tiempo sobre sus cuerpos sacralizados. Y los nuestros, desprovistos están rápidamente de ella. Considero que la belleza es un concepto abstracto que no existe encarnada como tal en la materia. Lo feo es lo verdadero y terrenal que nos habita. Burlarnos de la fealdad durante unos años, mientras ella se asienta en nuestros huesos y se amontona en forma de excrementos de mosca sobre las delicadas pinceladas del cuadro de las Meninas. La fealdad es de nuestro mundo, por eso nos atrae y nos repugna al mismo tiempo. A la belleza se la ha culpado de muchos delitos y no es ella nada lejano a la fealdad, es simplemente su contrario. La belleza no debería ser un concepto o una superficie, debería también ser parte indivisible de la materia como lo es la fealdad. Y aún en estos tiempos sigue siendo lo mismo que era para Platón, idea. Imagen, superficie, concepto.

lunes, 18 de junio de 2012

Proyecto puzzle


El proyecto puzzle comenzó en Febrero de 2012. El trabajo se está realizando en fotografía analógica. Las composiciones presentadas son un ensayo de la posible combinación de las imágenes en digital. Pero la idea es realizar todo el proceso en analógico. 

El proyecto se asienta en el plano imaginario del papel fotográfico en el cual se despliega con el artificio de la perspectiva los tres planos de la tradición simbólica occidental cristiana: el cielo, la tierra y el infierno. Pero la intención de este proyecto es solapar estos tres planos en uno: la fotografía se simplifica formalmente y se utiliza como dibujo eliminando su necesidad de crear profundidad. Poder ver el abajo, las entrañas del edificio, la tierra, donde el edificio choca con la línea sobre la que caminamos, y el arriba, donde el edificio se recorta con el cielo. Todos estos planos vistos de forma simultánea.

La Fotografía y el Arte al servicio del Arte y de la Fotografía, y no del simulacro o del artificio con el cual se conforta al espectador. Si la fotografía está al servicio de si misma, ¿qué es lo que sería? ella misma. No estaría fingiendo ser algo que no es, una perspectiva, una realidad más allá que se dispara en el plano del papel. Sería lo que es, el plano imaginario del papel, su hábitat, su simple existencia.

El plano del papel es mi lugar de trabajo. No busco ir a otros lugares ficticios. Ese es su estado, ahí están sus sedimentos y toda su presencia.

¿Por qué no usar entonces el collage en estas composiciones? Si, quiero crear paisajes imaginarios, islas imposibles en las ciudades, mapas inexistentes a partir de combinaciones al servicio de la forma.

El proceso de trabajo parte de la obtención de un buen número de fotografías. Después busco relacionarlas entre si buscando su propia lógica formal interior a través del collage. Pero el resultado final no es este collage.

Para el resultado final vuelvo a la idea del plano original, el del papel. En él se solaparán los tres planos: el arriba, la tierra, el abajo. Y para ello tengo que ser fiel a ese plano. No puedo hacer un collage al uso porque estaría solapando varios planos. Para poder llegar a ese plano original, usaré la herramienta principal de la fotografía, la luz. El proceso se realizará totalmente en analógico usando la ampliadora para obtener la composición. 

Proyecto publicado en el número XII de la revista Ícaro Incombustible.

Reflexión sobre el libro “Indagaciones filosóficas sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y lo bello” BURKE, Edmund

El deleyte, la muerte, el asombro, el terror, el poder, la obscuridad, la infinidad, la magnificencia, la luz cegadora, la prontitud, el estruendo, la intermisión, la vastedad y de nuevo el deleyte. El deleyte que permanece impregnando nuestros sentidos después de la experiencia del Sublime, perpetuando ese dolor deleytoso que conmueve más que cualquier belleza.

Según Burke, una de las artes que mejor representa el sublime, es la literatura. La palabra evoca, y hasta una descripción exhaustiva de una habitación, no será nunca tan “clara y luminosa” como la que nos pueda ofrecer una pintura o una fotografía. Siempre será nuestra imaginación la que sacará de las oscuras palabras, la interpretación más terrible, la que atañe a nuestros propios terrores. Por ello, no puedo evitar, al leer a Burke, recordar la novela de Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser”, y rescatar esta cita: "Vértigo. ¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? ¿Pero por qué también nos da vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados."

Ante un accidente natural, un precipicio con una profundidad de centenares de metros y un horizonte limpio al que no alcanza nuestra vista, sentimos un terror que colapsa los sentidos y los paraliza. El viento empuja el doliente cuerpo hacia el borde, el abismo. No podemos pensar, todo está inundado de vértigo y terror. Hasta que sentimos cómo nuestra mano ase una barandilla. Entonces un alivio sin igual se apodera de nosotros. Según Burke, uno no se puede deleytar con el sublime si está cayendo por ese precipicio, si está totalmente imbuido por él. En cambio, al contemplar la caída desde la distancia, el deleyte nos embriaga con un placer mayor que cualquiera, el placer de sentirse a salvo.

Giovanni Battista Piranesi fue un grabador italiano del Siglo XVIII que me recuerda a su coetáneo Edmund Burke. En su libro, este último rescata un gran número de textos clásicos para usarlos como sustento de sus pensamientos, como pilares provistos de grandes raíces que viajan desde la Grecia y la Roma clásicas hasta nuestros pies. Y Piranesi construye sus monumentales ciudades imaginarias absorbiendo la imaginería clásica. El Romanticismo es el movimiento cultural que por excelencia se acerca a representar el Sublime, la Naturaleza, las grandes pasiones y terrores del hombre. El Neoclasicismo es el movimiento cultural que representa los principios de la Ilustración y  la Razón y busca recuperar el pasado clásico. Históricamente son dos movimientos muy diferenciados, pero estos dos autores, Piranesi y Burke, aunaron el pasado clásico con el Sublime. Es más, a través de las ruinas y los textos clásicos, pudieron, cada uno a su modo, encontrar el Sublime y entenderlo, filtrado a través de la piedra de las hojas de acanto de un capitel o de la ausencia de la nariz desmembrada del busto de Pericles o del polvo de encima de las palabras de Homero que formaron la Ilíada.

No sé si la belleza es lo que causa asombro ante una monumental escultura, o si más bien queda totalmente cegada ante el fulgor de la rotundidad de sus formas o la potencia de su presencia. Quizás si las copias romanas de las esculturas griegas clásicas no se hubieran hecho con el mármol suave, pulido y tan blanco de los romanos, y se hubieran conservado los verdaderos y salvajes colores de los griegos, se podría ya haber contestado a esa pregunta. Porque cuando se observa al David de Miguel Ángel, heredero indiscutible de la pasión de los griegos, hay que pararse muy concienzudamente para poder observar la belleza de cómo esculpió la mano. Porque la figura entera detiene la respiración hasta al observador más experimentado. Y ese deleyte no abandona al cuerpo hasta que no apartas la mirada.

Publicado en el número XIII de la revista Ícaro Incombustible.

Ensayo sobre el capítulo dos "El caligrama deshecho" del libro "Esto no es una pipa. Ensayo sobre Magritte" FOUCAULT, Michel

Publicado en número XII de la revista Ícaro Incombustible